... y huele a café. Y las tenues luces calientan a través de originales lámparas de cristal, de hierro; colgadas del techo, brotando de la pared. Y suena buena música: Rock del clásico, a veces Blues, algunas Jazz. Con todo esto muchos donostiarras han elegido el Alboka como cobijo para
leer, disfrutar las horas de pira, o descansar la mente tras horas en
el Koldo. Porque este bar de la calle Easo ofrece algo difícil de
encontrar en otros sitios: un ambiente de tertulia. Una atmósfera
de charla motivada por la hogareña decoración inspirada en los años
veinte, la sincera confianza con que se recibe a los clientes, y la
disponibilidad de sus paredes para albergar las propuestas de todos y
para descubrir algo a muchos.
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